¿Qué pasó en #casadeKang?

Durante el mes de mayo leímos La Vegetariana de la autora coreana Han Kang. Es esta novela, tan bella como desgarradora, la protagonista vive un auténtico calvario de violencia y pérdida de autonomía a partir de una decisión la mar de simple: dejar de comer carne. Ese es el punto de partida para hablar de autonomía, violencia y los roles de la mujer no solo en la Corea contemporánea, sino en la sociedad en general. Fue un debate entusiasta y provechoso al que todas las lectoras sacamos muchísimo jugo. Recogemos algunos de los argumentos a continuación.

Casa de Lectoras Indeseables
5 min readJun 13, 2019
La protagonista de “La vegetariana” aspira al final de su viaje a convertirse en árbol para vivir en paz y eludir la omnipresente violencia que vive en su entorno.

“La vegetariana” parte de una decisión personal e íntima de su protagonista. Tras un sueño truculento donde percibe la crueldad de un matadero, Yeonghye decide dejar de comer carne. El entorno no le pondrá nada fácil llevar a cabo esta determinación. Al contrario, su vegetarianismo, que nace de un rechazo a la violencia, generará una respuesta agresiva en su entorno más cercano. De hecho, en un momento determinado, la madre de la protagonista le dice que “si no come carne, el mundo la devorará”. La novela parece aludir a una jerarquía de violencias que empieza desde las instituciones y acaba en el daño que hacemos con nuestro consumo y nuestras decisiones cotidianas a los animales y el planeta.

Si el vegetarianismo debe interpretarse de forma literal o como metáfora de la violencia (o de ambas formas) fue uno de los puntos que despertó el debate en nuestro encuentro. Nuestra Clara Timonel lo tiene claro. El consumo de carne debe leerse de manera literal: “¡Estas relaciones son consecuencia directa del colonialismo y el capitalismo! A todos los conflictos del aumento de consumo de carne (medioambientales, sanitarios) se suma el choque cultural”. Deborah L. Rivas, por su parte, no quiere olvidar el componente metafórico: “La autora también habla del significado de comer carne en su país, de cómo va relacionado con la violencia de la humanidad y el mismo hecho de serlo. Cuanta más carne, más energía, más agresividad y más crueldad”. O pues en palabras de Rivas y de la sabiduría popular: “de lo que se come se cría”.

Chacha o musa

Yeonghye pierde el (escaso) respeto y afecto que le tenía su familia. Tanto es así, que desaparece en la novela y solo conocemos su desgraciado periplo a través de otros. Aunque está escrita en primera persona, nunca leemos su testimonio directo, siempre la conocemos a través otros personajes: su marido, su cuñado y, finalmente, su hermana, que nos permite un retrato más tierno y real de las vivencias de la protagonista.

Los dos hombres de la novela parecen encarnar dos posicionamientos respecto a las mujeres. Su marido y su cuñado, que narran la primera y segunda parte del libro, la ven como la “esposa/sirvienta” — a la que ha eligido deliberadamente para ese rol por su mediocridad y normalidad- y la “musa”. En cualquier caso, le quitan su humanidad y están completamente al servicio de las necesidades y aspiraciones masculinas. Ambos hombres no ven a sus esposas como compañeras e iguales, sino como lastre hacia la gran vida que creen que merecen (ascensos en el trabajo, éxito en el arte, etc.) y fantasean con la otra hermana. La violencia y despersonalización que viven ambas mujeres, nuestra protagonista y su hermana, puede verse en que ambas son violadas por sus maridos, en un contexto de absoluta cotidianidad. Esta agresión sexual y violencia en el marco de las relaciones amorosas se vivió como trigger por parte de nuestras indeseables, que la han vivido en sus carnes. Desde aquí recordamos que no es no en cualquier contexto y relación. ¡Cuidaos, amigas! Continúa Rivas: “Las violaciones dentro del matrimonio, otro de los temas peliagudos. Tuve serias dificultades para leerlas, y hasta lloré en esas escenas. No eran explícitas, pero la impotencia que sentí fue real”.

En la segunda parte, es el cuñado (un artista fallido) quién explica la evolución del personaje. Ante la incomprensión de su marido, Yeonghye se divorcia y vive ahora sola, supervisada por su hermana, obsesionada con llevar su decisión hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, en este interin, la protagonista recupera la autonomía. Es una vida extraña, sí, pero es la vida que ella quiere. “Fan del pisito de soltera en el que hace lo que le da la gana. Ella vive tranquila, sin dar explicaciones. No como la explotación que sufre en el matrimonio”, en palabras de Rivas.

Sin embargo, su felicidad es interrumpida por el artista que ve en la extrañeza de su cuñada la posibilidad de crear una pieza de video arte provocativa y edgy que le dará, por fin, el prestigio que él merece. La idea excita tanto a nuestro creadorcito que cree que para culminar su masterpiece debe mantener relaciones sexuales con Yeonghye como parte de la pieza… Lo que desencadena la tercera parte.

Todos los árboles del mundo me parecen mis hermanos

Pillado in fraganti por su mujer, el “cuñao” desaparece y Yeonghye es ingresada en un psiquiátrico. Allí su decisión va más allá. Lejos de evitar consumir carne, decide convertirse en árbol y, por lo tanto, alimentarse de aire, sol y agua. Esta parte está narrada por su hermana, otro arquetipo -mal que nos pese- femenino: una mujer sola completamente superada por las responsabilidades y cuidados (su hijo y su hermana). Una vez ingresada, los médicos toman la decisión -muy común en Trastornos de la Conducta Alimentaria- de colocarle una sonda alimentaria para obligarla a comer. Esto despertó muchas preguntas a nuestras lectoras. Maltita así, se pregunta “¿Podemos afirmar que es una decisión consciente? ¿Es un TCA? ¿Dejaría yo a mi hermana matarse de hambre porque quiere transformarse en un árbol? Anna Fernández, por su parte, “no podía parar de pensar lo mismo.
¿Es autonomía? ¿Es enfermedad? ¿Quién lo decide? ¿Cómo?”. A Clara le recuerda otras pérdidas de autonomía y force feeding de la historia de las mujeres: “Cuando intentan intubarla no paraba de acordarme de Santa Virgo Frotis y, también, de las sufragistas a las que alimentaban a la fuerza para interrumpir sus huelgas de hambre en prisión”. Pese a lo desgarrador del final, EliSa MuSán prefiere fijarse en lo positivo. Tras ser despreciada y utilizada por su entorno, víctima de violencia por parte de su familia, esta lectura prefiere quedarse “con la paz que encuentra la protagonista en la vegetación. Todos los árboles son sus hermanos porque está a salvo con ellos. Quiere llegar a lo más profundo y alimentarse de esa esencia y sabiduría natural”.

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Casa de Lectoras Indeseables

El club de lecturas feministas con un plan la mar de ambicioso: leer libros escritos por mujeres y comentarlos.