¿Qué pasó en #casadeButler?
El pasado lunes celebramos nuestro segundo encuentro en Twitter, que dedicamos esta vez a comentar “Parentesco” de Octavia Butler. Aunque el debate tardó un poco en animarse, al final fue una conversación apasionante que nos ayudó a todas a desvelar muchos de los matices de esta maravillosa historia.
Como os contábamos al principio de #casadeButler, “Parentesco” es una atípica obra de ciencia ficción en la que unos inexplicables (e inexplicados) viajes en el tiempo, llevan a la protagonista a salvar la vida de uno de sus antepasados, Rufus, amo de una plantación, con el que crea un extraño vínculo. Dana, la protagonista, debe asegurarse que su familia llega a existir y, a la vez, debe sobrevivir todas las torturas y castigos propias de la esclavitud.
Cuestión de género
Aunque “Parentesco” se considera una obra de ciencia ficción, a muchas de nuestras indeseables les ha sorprendido el extraño tratamiento del viaje en el tiempo. En este libro no hay máquinas milagrosas ni explicaciones científicas. Dana viaja al pasado “llamada” por Rufus, cada vez que la vida de este corre peligro, vuelve al presente cuando es su propia vida la que está en juego. El viaje en el tiempo es un recurso que sirve para enfrentarnos con nuestros privilegios y con un racismo que no acaba de extinguirse. Calamara Lit lo explica así: “Creo que el tiempo es importante en el libro. El pasado frente al presente y su relación es quizás la más evidente. Aparece también en los procedimientos de adaptación de Dana y Rufus: el crecimiento de un niño frente al “desprendimiento” de una mujer libre”. Sheila, librera de profesión, propone una doble clasificación para este libro inclasificable: “¿no os parece que, además de como ciencia ficción, podría venderse también como histórica? De forma inclusiva, no excluyente”.
Entre las primeras impresiones, nos quedamos con el resumen que hizo María: “fue un shock, lo ves todo directamente y lo sufres con Dana”, tal y como nos aseguró que nos sentiríamos Amelia Pérez de Villar, traductora de la edición en castellano del libro. “Te das cuenta”, continúa María, “que si el viaje en el tiempo lo hicieras tú, tendrías un montón de privilegios en comparación”. La supervivencia es otra de las constantes de la obra, como señala Calamara Lit:
“Dana tiene que renunciar a una parte importante de sí misma, olvidar muchas cosas, desaprenderlas para sobrevivir; él [Rufus, su antepasado esclavista] las aprende de forma natural por su contexto y realidad. El caso es que ambos aprenden a ser hombre/mujer de su tiempo”.
Opresores y oprimidos
“Parentesco” es una novela compleja, con personajes extremadamente humanos. Todos hijos de su tiempo, con sus virtudes, miedos y emociones. Cuenta Bonorcaphant: “Incluso los ‘malos’…no son sólo malos. Y Dana siente cosas ambivalentes hacia ellos precisamente por eso, y eso hace difícil también el protegerse de forma efectiva de esa relación (además del “parentesco”). El racismo y el maltrato me parecen temas más fáciles de simplificar y Butler no lo hace en absoluto. Los personajes tienen matices, claroscuros, sentimientos encontrados, y también sus relaciones”.
Todos los personajes luchan por su supervivencia en una escala de más o menos opresión o violencia. La que sufre Dana, mayúscula y probablemente insoportable para las lectoras europeas actuales como nosotras, es inferior a la que sufren otros esclavos de la plantación (por el libro desfilan, con gran sutileza, violaciones, hijos arrebatados y vendidos, latigazos e insoportables castigos físicos). Dana, por su cercanía con Rufus, disfruta también de una situación excepcional. Lou, de nuevo, señala como a través de nuestra charla se da cuenta de que ha leído el libro siempre desde la perspectiva de la protagonista: “acabo de darme cuenta de que lo he leído todo desde Dana, desde otra posición de privilegio, y que me he perdido otras cosas porque estaba ahí y no me había dado cuenta”.
La gran damnificada de la pulsión por la supervivencia de la protagonista es Alice, la antepasada de Dana, a la que empuja a aceptar los abusos y violaciones de Rufus, con tal de asegurar la existencia de su familia y la suya propia. Esa otra violencia se desenvuelve ante nuestros ojos sin que nos percatemos, la veamos tan natural como Rufus veía los latigazos y violaciones. Galicia Méndez lo zanjaba así: “Para cerrar sobre #casadeButler, diré que Kindred es la historia de cómo una mujer es aplastada para que la maquinaria, la humanidad, siga adelante. Y esa mujer es Alice”.
Al fin y al cabo, Butler parece poner ante nuestros ojos infinidad de situaciones límite, a menudo veladas bajo tintes costumbristas, que nos hace cuestionar nuestros valores y cómo en esos casos, seríamos capaces de “sacrificar” a otros para salvar nuestro propio pellejo. Algo que, por desgracia, no se quedo en el siglo XIX, tal y como señala Anna Fernández: “Te hace pensar cuantas veces habrás hecho lo mismo (a otra escala, claro) con otras mujeres. Salvarte a costa de otra”.
Tenemos que hablar de Kevin
Es precisamente ese el papel de Kevin, el marido blanco de Dana que “le acompaña” en uno de los viajes y se queda atrapado durante cinco años en aquel pasado remoto. Con un viaje tan azaroso como el Dana y, como sabemos al principio del libro, una trayectoria vital muy similar, el color de piel hace que tenga un rol más privilegiado en la sociedad de la época. Maltita lo analizó con gran acierto: “Lo que mejor desarrollado me parece es la naturalidad con la que la protagonista y su marido adoptan los roles de la época. Te deja muy claro lo fácil que sería volver a una situación similar si se consigue la resignación adecuada. El rol lo acomodan escalofriantemente deprisa. Especialmente Kevin, claro.”
Incluso en la dinámica entre Kevin y Dana, en el presente de 1976 un matrimonio igualitario que ha vivido en sus carnes el racismo, cambia cuando viajan en el tiempo. Dana le echa en cara lo rápido que se ha adaptado y también la ligereza con la que trata una escena donde unos niños juegan a ser vendidos, evidencia de cómo la socialización en la opresión empieza bien pronto. Anna Fernández señala este fragmento especialmente: “Otra bofetada es el momento en el que Dana tiene que tranquilizar a Kevin”, convenciéndole de que Rufus no la ha violado:
– Look, if anything did happen, I could understand it. I know how it was back then .
– You mean you could forgive me for having been raped?
Lo que lleva al tema de la violencia sexual omnipresente pero tratado con gran sutileza, como una velada amenaza en todas las interacciones de Dana con los Weylin. Ana analiza la forma cómo Rufus se sirve de las mujeres de su entorno: “Rufus tiene dos formas de poseer a las mujeres. La disposición corporal que le exige a Alice (también mediante una violencia mucho más física) contrasta con las demandas que le hace a Dana a base de manipulación y chantaje emocional… Aunque al final la diferencia entre ellas se vaya difuminando. Rufus quiere una mujer esclava en la cama, y una mujer sumisa y leal para ‘acompañarle’ fuera de ella. Alice lo clava: ‘He likes me in bed, and you out of bed, and you and I look alike if you can believe what people say’”.
Una obra histórica pero de gran actualidad
Cuando la amenaza de la violación deja de ser velada y se convierte en una realidad, Dana decide defenderse aunque le cueste la vida a Rufus. En el forcejeo, Dana vuelve al presente mientras Rufus le sujeta el brazo con fuerza que, suponemos, se queda en el pasado. Sobre este maravilloso, terrorífico final, Butler explicó en una entrevista:
“Dana no podía volver cómo si nada hubiera sucedido, completa. La esclavitud no dejaba a nadie entero.”
Para Anna Fernández “la metáfora del daño físico” le sirve a Butler para “enseñar cómo el pasado afecta al presente”. Maite Barrera V, por su parte, entendió la cuestión del brazo como una forma de arrancar la narración “efectista” pero al final entendió ese sentido simbólico.
Y es que la lectura que podemos hacer en el presente, ahora que parecen despertarse viejos monstruos del pasado, es que quizá todas las opresiones de la historia acaban dejando su huella indeleble, aunque discreta para algunos ojos, en nuestros días. Lou pensó en ello en la reciente conferencia de Angela Davis: “Se preguntaba cómo era posible que podamos pensar que 400 años de colonialismo no han dejado ninguna huella, ni cultural, ni social, ni institucional. ‘Parentesco’ es el libro perfecto para entender esto”. Y, por desgracia, esa huella puede cobrar vida y pisar con fuerza el presente. Calamara pone palabras precisas a esa idea: “Quizás hay que tener presente en todo momento que: — la historia puede ir a mejor, pero también a peor — lo aprendido se puede desaprender, para bien o para mal — los tiempos de paz no son garantía de nada”.