Helen Torres: “Construir relaciones simbióticas significa aprender a prestar atención, ser amables y diplomáticos”

Casa de Lectoras Indeseables
12 min readOct 6, 2020
Helen Torres en el transcurso de un taller sobre el Manifiesto Chthuluceno en México.

Con motivo de la lectura este mes de Seguir con el problema de Donna J. Haraway, nos hemos acercado a una de las personas que más ha reflexionado sobre la obra de la pensadora norteamericana. Es Helen Torres (Colonia, Uruguay), socióloga, traductora y educadora, especialista en enfoques y narrativas feministas, y una de las responsables de la preciosa y completísima edición de Consonni.

Helen Torres ha desarrollado talleres inspirados en la metáfora del cyborg (otro de los hitos de Haraway) utilizando, entre otras, la metodología de las producciones narrativas. Como autora, ha publicado Autopsia de una langosta (Melusina, 2009), híbrido entre ensayo y ficción, Relatos Marranos (Pol·len, 2014) y Ciutat Morta. Crónica del Caso 4F (Huidobro, 2016). También de Donna Haraway ha traducido Testigo_Modesto@Segundo_Milenio. HombreHembra_Conoce_OncoRatón (Ed. UOC, 2004), sobre el que ha coordinado diversos seminarios de posgrado, y ––antes de que Seguir con el problema viera la luz — el Manifiesto Chthuluceno desde Santa Cruz (Laboratory Planet, 2016), a partir del cual realizó una potente labor de divulgación mediante lecturas performativas y talleres de “especulación feminista” en el marco de exposiciones por todo el mundo (It’s time for Chthulu, Rencontres Bandits-Mages, Bourges, 2016; Recomposicions Maquíniques, Barcelona, 2017; Transitio_MX/2017, México, 2017).

Torres nos atendió con gran generosidad y respondió profusamente a todas nuestras preguntas. A continuación, la entrevista:

Aunque has traducido numerosas obras –de Haraway y otras muchas autoras– esta no es tu ocupación principal… ¿La traducción es una más de las formas de investigar sobre tus temas de interés? Suponemos que también te permite acercarse de manera profunda (valga la paradoja) a autoras que tienen puntos en común con tu trabajo o pueden “ampliar” tu punto de vista. ¿Cómo conviven todas esas facetas –investigación, talleres, performances– con la traducción?

Mi formación académica son las ciencias sociales y las tecnologías que utilizo son básicamente el habla y la escritura, a través de clases, talleres y textos. Mi trabajo consiste en practicar formas de pensar colectivamente que nos ayuden a generar lo que hay quienes llaman una sociedad no jerárquica, justa e igualitaria, y otras llaman formas de vida y muerte en simbiosis con múltiples seres. Pero para eso hemos de desaprender el patriarcado y el capitalismo que llevamos encima (y adentro), algo que hoy (más que nunca) es tarea urgente.

El trabajo de traducir textos que me parecen importantes para llevar a cabo esta tarea desde el lugar que habito, es decir, Europa, es parte de esa tarea. Empecé a traducir por necesidad, para tener disponible en español obras con las que trabajaba y necesitaba o quería compartir, porque el conocimiento, como lo vida, solo pueden ser colectivos. No tiene mucho interés que yo pueda leer algo que no puedo compartir. Gracias a mi experiencia de migrante aprendí que, en un mundo colonial y globalizado, el proceso de traducción es permanente, y que la traducción traiciona pero también suma significados. Es un proceso que enriquece la comunicación y la comprensión de conceptos y experiencias que, de otra manera, permanecen silenciados, ocultos o negados. Por eso, solo traduzco obras que están íntimamente conectadas con lo que estoy trabajando. Por ejemplo, acabo de traducir la página web de un proyecto que investiga formas de sanación que articulan saberes indígenas amazónicos y saberes científicos occidentales. A simple vista, mi trabajo parece seguir caminos caprichosos, pero se pueden trazar líneas entre cada trabajo y al final te queda un tapiz con muchas lanas. Y sobre todo muchas manos: aunque traduzco sola en casa (traducir y escribir requiere mucha soledad), no haría lo que hago sin mis amigas, una maravillosa red de personas y colectivos que venimos tejiendo juntas desde hace años y con quienes he practicado y aprendido muchas tecnologías: desde poner el cuerpo en un escenario hasta hacer circuitos y piezoeléctricos, desde hacer talleres para hacer una perfo hasta editar libros colectivos.

“A simple vista, mi trabajo parece seguir caminos caprichosos, pero se pueden trazar líneas entre cada trabajo y al final te queda un tapiz con muchas lanas”

El lenguaje genera realidad, lo que no se nombra no existe. Las prácticas coloniales lo saben muy bien, llevan siglos exterminando lenguas como parte de la dominación y el intento de aniquilación de algunos pueblos. El lenguaje no es solo comunicación, es acción, es memoria histórica, y mucho más. Por lo tanto, es una herramienta que se puede modificar y, al hacerlo, el resultado y sus efectos cambian. No es lo mismo escribir un texto académico, dibujar una viñeta o hacer nudos en un khipu: todos son artefactos que transmiten y crean significados, pero cada uno configura mundos diferentes.

No sé realmente si esta idea me ha ayudado a traducir a Haraway, más bien es que sin Haraway probablemente no pensaría así. Lo que más me ha servido es leerla mucho y, también leer los trabajos con los que ella teje sus artículos. Y el ir siempre a las fuentes: la etimología y la mitología son imprescindibles para poder traducir. También el compartir las traducciones en talleres, charlas y seminarios con personas de distintos perfiles, trayectorias y hablares. La traducción es un proceso situado, por tanto hay que ir actualizándolas no solo en distintos tiempos, sino también en espacios diferentes. Y, last but not least, he aprendido muchísimo gracias a las compañeras que corrigen lo que traduzco. Ellas son mis maestras (Arrate Hidalgo, Matilde Pérez, María ptqk…)

Pese a ese punto de vista, nos sigue pareciendo que traducir a Haraway debe ser complejísimo… ¿Cuáles han sido los mayores retos a la hora de enfrentarte a la traducción de “Seguir con el problema”?

Para mucha gente, Haraway es bastante ininteligible, imagino que entonces les parecerá titánico traducirla. En mi caso, tengo la suerte de no haber estudiado traducción específicamente, porque si no, no me atrevería a hacer algunas cosas. A veces me equivoco, obvio, pero eso es parte del trabajo: el Manifiesto Chthuluceno tiene muchísimas versiones, cada vez que hago un taller alrededor de él, cambio la traducción, porque al activarlo en colectivo salen otros significados y otras posibles traducciones que suenan más adecuadas o más actualizadas.

Tengo que decir, a riesgo de parecer pedante, que traducir Seguir con el problema no me trajo grandes dolores de cabeza. Me ha costado mucho más traducir una tesis doctoral basada en Guattari (que está super traducido) que traducir Seguir con el problema. Cuando leo a Haraway, veo lo que escribe, es una escritura muy corporal, con muchos matices, mucho juego, y eso hace que sea también muy divertido traducirla.

Sin duda los mayores retos han sido tomar decisiones entre opciones que eran igualmente válidas pero con matices diferentes; a veces para no perder legibilidad, otras para respetar unidad en el texto, he tomado decisiones que no me parecían satisfactorias, pero no habíamos encontrado una opción mejor… A veces vuelvo a leer esas decisiones y me parecen erróneas. Si tuviera que corregir mi propia traducción, cambiaría bastantes cosas, seguro.

Por cierto, que tu relación con Haraway viene de muy lejos, traduciendo y estudiando su obra desde hace años. ¿Qué te atrajo en un primer momento del pensamiento de Haraway? ¿Qué crees que aporta –a grandes rasgos– al feminismo respecto a otras autoras?

Mi primera traducción de Haraway fue el libro Testigo_modesto@Segundo_ Milenio. Oncoraton_conoce_HombreHembra. No solo fue mi primera traducción de Haraway, sino la primera traducción de mi vida. En esa época además no había online la cantidad de material que hay hoy. Trabajaba con un diccionario científico que había usado mi hermana en la uni (ella sí estudió traducción), un tocho que hoy es una reliquia. Fue muy difícil, esa sí. Es una traducción que además no pasó por un proceso de corrección con profesionales de la lengua, y se nota mucho. Hace años que quiero corregirla, pero no ha sido posible. Afortunadamente, hay una pequeña editorial argentina que ha comprado los derechos y la corregirá.

El primer texto que leí en profundidad de Haraway fue Las promesas de los monstruos. Estaba haciendo el doctorado de investigación en sociología, era un seminario en Psicología social, y estuvimos muchas sesiones con ese artículo. Desde entonces, no me separé del pensamiento que genera esta mujer tan sabia, tan atrevida, seria y divertida a la vez. Una genia, que diríamos en Argentina. Yo había estudiado estudios culturales, pero la manera en que ella enreda la ciencia ficción, las ciencias sociales y las ciencias duras, más posiciones anticoloniales y antipatriarcales, me fascinó. Sobre todo porque abre puertas y ventanas, no indica caminos a seguir. Y eso permite un conocimiento situado, un saber transformable en acción.

¿Qué aporta al feminismo? Lo construye, es una generadora de ideas, de acciones, de obras artísticas y performáticas. Y lo hace desde posiciones situadas, no de sujetos idílicos tales como « la mujer », ni siquiera « el cyborg », todo en Haraway es carne y significado, nada es banal. Es una hormiga trabajadora de los feminismos. Como muchas otras, claro, solo que yo me enamoré de esta :) y de Ursula K. Le Guin, a quien conocí gracias a Haraway.

Imagen de una performance de las jornadas It’s time for Chthulu –organizadas por la Asociación Emmetrop & Quimera Rosa en el marco de los Rencontres Bandits Mages

Tradujiste el Manifiesto Chthuluceno hace 5 años, ahora el libro y has desarrollado talleres sobre esta figura especulativa de Haraway. ¿Cuál es tu visión de esta idea? ¿Disientes en algunos aspectos con Haraway?

Me parece que con Haraway no se trata de estar de acuerdo o disentir, sino de abrir puertas que te llevan por ciertos caminos, y no otros. Muchas veces caigo en la romantización de algunas ideas, entonces leo o escucho a Haraway y se me pasa.

No es necesario estar de acuerdo con ella, ni siquiera « entenderla », es como leer ficción: te dejas seducir, te dejas llevar y a ver por dónde acabas. Gracias a ella empecé a leer ciencia ficción feminista. Gracias a ella me acerqué al mundo del arte sin necesidad de nombrarme artista. No estoy « creando » nada, estoy intentando provocar determinadas formas de pensar. Y es en el mundo del arte entrelazado con la política en el que los talleres de fabulación especulativa adquieren sentido.

“No es necesario estar de acuerdo con Donna Haraway, ni siquiera «entenderla», es como leer ficción: te dejas seducir, te dejas llevar y a ver por dónde acabas”

Los talleres de fabulación especulativa los empecé a hacer gracias a haber traducido el Manifiesto Chthuluceno. Antes hacía talleres de ciencia ficción, pero a partir de la traducción del Manifiesto, organizamos en la librería La Caníbal de Barcelona un grupo de lectura alrededor del Manifiesto durante unos seis meses, y luego sentí la necesidad de seguir por ese camino, que me parece una herramienta muy útil, divertida y seria de pensar y generar formas de vida y muerte fuera del capitalismo y el exterminio. Si no podemos imaginar otros presentes, seguiremos bajo la esclavitud de quienes han decidido que este es el único presente posible, y eso no es verdad: hace siglos otros pueblos vienen practicando esos presentes, y por eso se los mata. La fabulación especulativa no es una práctica inocente, pero es una técnica que tenemos que reaprender. Hace mucho que no nos sentamos alrededor de un fuego… Y se nota.

Aunque tu especialización son, de acuerdo a tu web, “feminismos, masculinidades, postporno y activismo queer”. Está claro que una de las propuestas más radicales del manifiesto cyborg de Haraway es la desaparición de las fronteras “humano-máquina” (que ahora podría extenderse a “humano como civilización vs naturaleza”). ¿Crees que estamos viviendo -como muchas interpretaron la figura del cyborg- unos tiempo de romper con las viejas categorías de género/identidades sexuales?

Uy, esa « especialización » mía ya pasó a la historia… no porque no me parezcan temas importantes, sino porque ya transité por esos caminos y fue justamente a partir de ese activismo mío de los noventa y principios del 2000, en el postporno y lo que llamábamos « identidades queer », que me planteé preguntas que no se resuelvían en ese terreno, sino que me llevaron a cuestionarme las ontologías a partir de las cuales se articulan las políticas identitarias. La afirmación de un yo, único y coherente, está más cerca del individualismo liberal que de la cooperación interespecies.

Eso no significa que la lucha por los derechos de todas las personas sin distinción de raza, clase ni género no siga siendo importante. Pero pienso que hoy estamos viviendo una situación global de urgencia terrible, no podemos seguir mirando para otro lado ni hacia nuestros propios ombligos (ombligas u ombligues). Las luchas identitarias hasta principios del siglo XXI tenían un sentido más cercano al derecho legal que a las formas de vida (porque la homofobia y el racismo no desaparecen con las leyes), y hoy siguen siendo importantes (porque las leyes son importantes para que no nos maten por no ser heteros o por ser negras), pero estas luchas tienen que entrelazarse con otras que tienen que ver más con la supervivencia en el planeta de millones de seres, humanos y no humanos. Y esas luchas no vendrán de los hombres cis-hetero-patriarcales-ricos. Eso está claro.

“Las luchas identitarias tienen que entrelazarse con otras que tienen que ver más con la supervivencia en el planeta de millones de seres, humanos y no humanos. Y esas luchas no vendrán de los hombres cis-hetero-patriarcales-ricos. Eso está claro”

Aunque no sé si estamos viviendo una ruptura con esas viejas categorías de género, es muy probable, las nuevas generaciones tienen conversaciones sobre el racismo y el machismo que nosotras no hubiéramos ni soñado tener, pero también es verdad que nos siguen matando. Probablemente esas categorías se vuelvan realmente obsoletas cuando empiecen a sentirse como reales esas otras formas de vida no jerárquicas, fuera de los ideales y las prácticas capitalistas. Las identitades tienen que ser escudos, no chaquetas de fuerza: para defendernos sí, pero no para atraparnos en biologicismos.

Pero algunas lectoras se preguntarán, “una vez abiertas todas esas compuertas que separan géneros, personas, máquinas, bichos, ¿cómo re-construimos esas relaciones?”. Obviamente, no te pedimos que nos guíes en la construcción de un “nuevo orden mundial” o que saques la bola de cristal, pero sí que nos cuentes cómo imaginas tú ese mundo futurible y qué valores deberían regirlo… ¿Cómo podemos adentrarnos en el chtuluceno desde nuestra vida cotidiana, con sus limitaciones “civilizatorias”, sus obligaciones y su precariedad propias del capitoloceno crepuscular que vivimos? ¿Cómo construimos relaciones simpoiéticas en nuestro día a día?

El concepto fundamental aquí es la simbiosis. Entender que la vida surge en procesos simbióticos cambia profundamente nuestras maneras de entendernos, de ver la vida y la muerte, de reconocer que no somos tan importantes, ni los más inteligentes ni, desde luego, los que mejor hemos tratado al planeta. Para generar formas de vida vivibles hay que empezar por prestar atención al resto de las especies, a cuánto necesitamos a otras especies, incluso a las bacterias y, lo siento, incluso a los virus. Que algo invisible y desconocido nos de tanto miedo y haya provocado este caos es una buena lección para empezar a preguntarse: ¿son los virus los « malos », o nuestras formas de con-vivir con los virus? ¿no serán el capitalismo y sus formas de generar energía, sus mentiras, su avaricia, y los políticos ventrílocuos de las grandes corporaciones y de los señores multimillonarios los que están provocando este caos, y no un virus? Aunque el virus nos mata, es el sistema capitalista el que ha generado este desastre. Los virus están aquí desde hace muchísimo antes que nosotros, y seguirán estando. No podemos pensar que la aniquilación es la única opción, ni tampoco la defensa del cuerpo humano como si fuera algo separable del resto de seres. El cuerpo humano no es una fortaleza inexpugnable. Eso es construir relaciones simbióticas: aprender a prestar atención, ser amables y diplomáticos. Es decir, todo lo contrario a la manera en que los responsables políticos están gestionando esta pandemia. Eso no quiere decir abrazar el virus, para nada, sino que para reconstruir relaciones de cooperación necesitamos dejar de aplicar obsesivamente la metáfora de la guerra. Tenemos que aprender a contarnos las cosas desde perspectivas menos humanas. Como dice Haraway, somos compost, no posthumanos. Más revolvarnos en el lodo y menos pensar en colonizar Marte es un buen comienzo.

Por último, la traducción de “seguir con el problema” forma parte de una colaboración más amplia con Consonni para su colección El origen del mundo. En esta serie se enmarca tu más reciente traducción “Mujer al borde del tiempo” de Marge Pierce. Como amante de la ciencia ficción, ¿cómo estás viviendo el renovado interés en el género que se vive en nuestro país especialmente por las autoras? ¿A qué crees que responde este renacimiento del género? (Además de la ‘chapa’ de damos en muchas en Twitter, claro…)

Me parece un movimiento valiosísimo hacia otras formas de pensar nuestras formas de habitar el planeta. No me parece una moda, sino una necesidad. Por eso quise traducir Mujer al borde del tiempo, no solo para dar a conocer una obra literaria maravillosa, sino como herramienta política. No sé si hay un renacimiento del género, pero sí una atención que antes no había hacia este tipo de literatura. Puede que el éxito de la serie basada en la novela de Margaret Atwood haya ayudado, pero también hay mucho éxito de series de ciencia ficción y no han provocado un mayor interés por ese tipo de lecturas. Hay que contextualizar que este interés no es por cualquier tipo de ciencia ficción, sino por la que construye mundos a partir de urgencias y problemas de nuestro presente. Hoy vivimos en un caos organizado que no nos deja pensar, con una espiritualidad muy pobre que nos lleva a romantizar todo lo que nos gusta sin profundizar en nada. La ciencia ficción es una cura contra tanta estupidez (¡ojalá!): es un ejercicio de pensamiento y de imaginación, hacerse preguntas interesantes sin temor a la respuesta, atreverse con lo que no existe para que nos ayude a salir de lo que existe y, quizás, hacerlo posible.

¡Gracias, Helen!

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