Este mes visitamos #casadeHaraway: nos asomamos al abismo de la debacle medioambiental para inventar posibilidades futuras

Casa de Lectoras Indeseables
4 min readSep 28, 2020
Donna Haraway con Cayenne, protagonista de uno de los capítulos de Seguir con el problema

Donna J. Haraway (Denver, Estados Unidos, 1944) es una voz única en el feminismo, la ciencia y la filosofía, gracias a su trayectoria inusual pero también a su voraz curiosidad científica y su actitud libre de prejuicios a la hora de mezclar disciplinas y colaborar con personas y colectivos de procedencias y formaciones diversas.

Su carrera es testimonio de la fugaz era dorada en una academia pública y colectiva. Hija de la clase media de la posguerra, Haraway se formó en primer lugar en Zoología en su Colorado natal para luego viajar a París a estudiar teología y filosofía evolutiva. Volvió a Estados Unidos en 1972 para doctorarse en biología en Yale. Según ella misma, llegó al feminismo desde la ciencia ficción: autoras como Ursula K Le Guin, por ejemplo, se cuentan entre sus referencias. Desde ese campo especulativo y con una visión de género, se adentraría en la relación entre ciencia y tecnología. Se mudó a Santa Cruz en 1980 para dirigir la primera cátedra de teoría feminista en Estados Unidos, y desde allí sigue creando actualmente.

Reinventando relaciones más allá de las categorías

Probablemente la obra más conocida de Haraway sea su Manifiesto Ciborg (1984). Este atípico texto académico, ampliamente malinterpretado, trata de enfrentarse satíricamente a las feministas esencialistas de los 90 mediante la figura espuria del ciborg y la (avanzada) voluntad de erradicar el género. Según el manifiesto, la noción de “mujer” no tiene nada que vincule de manera natural a las mujeres. En cambio, lo que nos vinculan son “afinidades políticas”. En ese contexto, el individuo contemporáneo es un ser fusionado con la máquina que no precisa de distinciones. Es preclaro, teniendo en cuenta que se escribió antes de la World Wide Web y la disipación física a favor de una presencia digital en la que puedes aparentar lo que quieras. Tiene muchas otras lecturas, a favor de su tesis y en contra. Así, las obras de Haraway suelen adelantarse a su tiempo y mantener su actualidad durante décadas.

En toda su trayectoria, Haraway muestra un rechazo a las categorías estancas y los límites rígidos que separan las contraposiciones, definiéndolas confusas y cada vez más insostenibles: humano o máquina, humano o animal. Natural o artificial. Haraway retomaría esa idea de relaciones más allá de las categorías “naturales” en Manifiesto de las especies de compañía, donde habla de la fusión de cultura y naturaleza que se produce en la peculiar e histórica andadura conjunta de perros y humanos.

Una joven Donna Haraway posa con parte de su familia.

La autora llevaría a su vida personal esta ruptura de las categorías estancas. Su primer marido, Jaye Miller, era un activista gay ya antes de iniciar su relación con Haraway. Tras su divorcio (que celebraron con un viaje juntos), Miller y su pareja, Bob Filomeno, cohabitaron con Haraway y su segundo marido, Rusten Hogness, en California hasta la muerte de los primeros por complicaciones derivadas del SIDA. Haraway ha llevado su esfuerzo de trascender las nociones convencionales de lo que es el amor romántico y la amistad más allá de la teoría, creando y reconfigurando sus vínculos con los miembros de esta familia atípica.

Romper barreras para reconstruir mundos

Y es que la voluntad de redibujar y reinventar las relaciones entre humanos –ya sea individualmente o como pueblos– y no humanos, tecnología y naturaleza, más allá de las jerarquías patriarcales, han guiado la vida y la obra de esta asombrosa mujer.

Eso es lo que plantea, precisamente, en Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. En esta obra, eso sí, aparece un nuevo elemento central que marca la urgencia de estos nuevos vínculos “tentaculares”: la devastación ecológica que vivimos estos días. Frente a la falsa y capitalista idea del Antropoceno al que se pondrá fin con una solución milagrosa proporcionada por la tecnología y el progreso, la autora propone mirar a los ojos al monstruo y sumergirnos a crear nuevas relaciones –entre nosotros, con otros, con bichos y entornos– a partir de los restos del naufragio medioambiental entre los que vivimos. Solo aprendiendo a vivir de otra manera (devenir-con), pensando y construyendo junto al resto de organismos animales no-humanos (en respons-habilidad), podemos tener un futuro en esta tierra herida. Las herramientas para este futuro, además, ya las tenemos: los hechos científicos, la ciencia ficción o el feminismo especulativo, entre otras, nos permitirán construir una nueva era, un Chthuluceno en el que habitar de otra manera, en el que relacionarnos de otras formas, dejando atrás capitalismo y patriarcado, sus jerarquías y desigualdades.

Un libro complejo, vivaz y generoso que bien puede ser la obra maestra de una autora y pensadora de dilatada carrera. Esta es la lectura conjunta que proponemos para abrir este curso 2020–2021, que para bien o para mal demuestra la vigencia de las ideas de Haraway. Necesitaremos imaginación, audacia y disfrute para continuar de ahora en adelante, y de eso queremos armarnos en #casadeHaraway.

Os esperamos el próximo 7 de octubre a partir de las 20:00 (hora peninsular).

Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Donna J. Haraway con traducción de Helen Torres. Consonni. Bilbao, 2019. 368 páginas.

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El club de lecturas feministas con un plan la mar de ambicioso: leer libros escritos por mujeres y comentarlos.